domingo, 17 de agosto de 2008

El objetivo de cualquier campaña de publicidad es vender algo y mientras no tengamos telepatía, existirá la necesidad de escribir.

Un antiguo comercial de los cigarros Benson & Hedges mostraba a una mujer elegante y sofisticada saliendo presurosa de una mansión; bajaba los escalones de la entrada y se subía a un automóvil de lujo, donde la esperaba un apuesto hombre de smoking con un cigarro en la mano. Después aparecía el product-shot y un locutor en off declaraba "Benson & Hedges. Todo está dicho".

Esto nos demuestra que incluso en la publicidad que aspira a la máxima economía del lenguaje, es imprescindible la palabra.

A través de la palabra seducimos, convencemos, prometemos, demostramos, vendemos, sobre-vendemos, defendemos, atacamos, comparamos, felicitamos, perdonamos, amamos, odiamos, fingimos, mentimos, creamos y morimos. Por eso, cuando estamos seguros de cumplir con algo, "damos nuestra palabra"; los políticos son repugnantes porque hacen lo contrario de lo que dicen; las primeras palabras de un bebé son un acontecimiento familiar; la extensión del texto en un contrato es proporacional al tamaño del compromiso; el título de propiedad es una escritura; cuando una marca publica una oferta tiene que cumplirla, por eso existen los legales o "letras chiquitas"; al declararle nuestro amor a alguien lo hacemos con palabras, escritas o dichas; vamos a misa para escuchar "la palabra de Dios"; y cuando alguien está a punto de morir dice sus "últimas palabras"; incluso las tumbas hablan de la vida de los muertos, como el epitafio de Mel Blanc (la voz del conejo Bugs Bunny) que dice simplemente That´s all folks.*

*Esta pequeña reflexión es también una muestra del uso de los signos de puntuación, donde traté de poner los más usuales: el punto y seguido, el punto y aparte, la coma, el punto y coma, las comillas, los paréntesis, las itálicas y el asterisco.

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